martes, 27 de marzo de 2007

Viaje a la Cueva de las Maravillas

Podría ser una sala de espera de cualquier estación marítima del mundo. Pero no es así. Conozco este lugar.

De pronto, por megafonía se ruega al Capitán Rimbregert que se persone en recepción, donde le espera una llamada. Ese soy yo; Habrá que ir.

En el mostrador me recibe una azafata de tierra con una de esas sonrisas congeladas de profesional, acompañada por no otra menos eficiente voz de falsa amabilidad: “Capitán, tiene la llamada desviada a ese teléfono blanco de allí.”

Justo al ponerme el auricular cerca de la oreja y decir mi nombre, de él sale un pitido muy agudo que casi me hace reventar la cabeza. Al mirar a la azafata, tiene la cara de alguien aterrorizado, su boca describe perfectamente un grito de pánico, pero de ella no sale ningún sonido. Como si alguien hubiera vaciado toda la estación de aire.

Todo se desvanece en la oscuridad. Estoy en la nada con el auricular en la mano, el pitido se ha transformado en una voz masculina que vuelve del pasado:

“-Señor, esta desfibrilando, esa cosa lo esta matando.”

Otra voz de hombre más grave le contesta:

“-El sujeto esta bien, es fuerte. 350 julios. Todos fuera.”

Una luz azul me traspasa, me quema por dentro y sale desde el pecho hacía mi cabeza.

He gritado. Todo esta en penumbras. El reloj marca las 03:56 A.M. ¡Dios! Me duele la cabeza. No puedo permitirme estar débil. Hoy no.

Una vez en pie, empiezo a prepararme para lo que me espera por delante... Al fin entraré en acción.

01:30 P.M.

El Hotel Arts de Barcelona, se encuentra ubicado en una de las torres que hay en el Puerto Olímpico. Un hombre de unos cuarenta y pocos años, permanece en la entrada. Tiene el pelo canoso con una zona escasa en la parte de atrás como una tonsura mal echa. Su porte es el de alguien fatigado de su vida. No es muy amplio de espaldas, en su juventud tal vez hubiera practicado algún que otro deporte, pero ahora no tiene pinta de acercarse a un estado de forma ni tan siquiera aceptable. Lleva un traje oscuro de gama alta pero no caro, zapatos a conjunto y un maletín pequeño en bandolera.

Don Braulio Espinosa Garrido, consignatario de la agencia Acacia & Acacia S.A., lleva esperando a un futuro cliente hace ya unos veinte minutos. Esta a punto de encenderse un cigarrillo, cuando de la esquina aparece un Audi TT plateado con los cristales tintados y se acerca hasta donde se encuentra.

Se abre la ventanilla posterior. De su interior, aparece la cabeza de un hombre calvo con gafas de sol y perilla entrecana. Esta fumando un puro mediano que provoca una aura de humo a su alrededor. El individuo se dirige a él:

-El Sr. Espinosa, sierto? Vaya, vaya... siento el retraso, por favor permítame que le acompañe a su próxima sita, es lo menos que puedo haser por usted. Así hablaremos de mi propuesta, pase, pase.

Su acento es exótico, como de un país no latino.

Braulio sube al coche, apreciando que el hombre de dentro es alto. Lleva un vestido blanco, camisa negra, zapatos de piel blancos sin calcetines, una rosa amarilla en el ojal. Entre sus piernas hay un bastón con puño de marfil en forma de águila. Al lado de él descansa un sombrero panamá.

Al consignatario se le enrojecen los ojos nada más entrar en el coche; Todo el habitáculo esta lleno de humo, parece que el chofer comprende la situación y enciende el aire acondicionado para refrescar el ambiente.

-Bueno, amigo mío, le pido una ves más mis disculpas, pero ya se sabe, que cuando uno contrata a desconicidos, pueden darte a incompetentes- sus ojos se clavan en el cogote del conductor- que te hasen dar vueltas inútilmente. En fin, como dicen en mi país: “no pierdas el tiempo en golpear al mulo, aprovéchalo para hecerlo andar.” Je,Je.

Entre el humo y el puro aparecen unas muelas doradas, para Braulio es nauseabundo, pero ese hombre era una baza que podría conseguir mejorar su imagen dentro de la empresa.

-Bien Sr. Yussar, he leído la propuesta enviada por su secretario, el Sr. Algreseid.Al parecer quiere que nosotros representemos sus barcos, aquí en Barcelona y veo también que hay posibilidades que hacernos cargo de todos los que pasen por Tarragona, cierto?

-Sr. Espinosa, si la informasión que me han facilitado mis contactos es sierta, usted puede conseguir que yo le haga máximo representante de mi naviera en toda la península.

Braulio empieza a contarse el cuento de la lechera para si... piensa en que tiene que hacerse el duro y no mostrar su sorpresa y satisfacción. Era un milagro.

Después de meses haciendo los trabajos sucios de la empresa, ahora un cliente... No un mecenas casi, le podría sacar del fango.

-Sr. Espinosa, estamos hablado de unas mil entradas a puerto anuales, claro que si usted me facilitara que los tramites en ciertos puertos fueran más aguiles, io podría animar a juinta de dirección a aumentar las entradas de buques en España, derivando los que van a Francia... pero debo confiar en que usted se dedicará por completo a mí.

-Disculpe, pero, si bien la oferta es una gran oportunidad, debe saber que una norma de Acacia & Acacia es que ningún consignatario se salte la jerarquía de su supervisor, así pues, yo no podría quedarme solo como responsable de sus negocios aquí.

-Bueno, he de ser sinsero con usted mi querido amigo. Usted no es el único candidato... de hecho hay dos compañías más a la que he propuesto el mismo negocio. En ambas no habido problemas a que uno de sus empleados sea mi cónsul en los puertos ibéricos. Lamento haberle hecho perder más tiempo del nesesario, si lo desea le puedo dejar en su siguiente sita.

-Espere Sr. Yussar, por favor no se precipite yo no he dicho que no.

-Je, je, je... Sierto Sr. Espinosa, pero tampoco a dicho sí. No obstante, si quiere podemos hablar con sus superiores, que estoy seguro que cuando vean el contrato no tendrán ningún inconveniente a leerlo y si les convense a firmarlo. Si quiere estudiarlo, tengo aquí una copia para usted.

El chofer le pasa al Sr. Yussar un DVD-Rom, este se lo entrega a Braulio que al ver la funda ha sacado su portátil de la maleta.

Mientras se inicia el ordenador, el coche ya ha pasado por la salida de la plaza de la Carbonera y se dirige hacía la entrada del puerto de Barcelona.

Braulio estudia las cifras del contrato por encima, a pesar de ser un documento de más de cien páginas, puede que doscientas, los años de experiencia le permiten leer lo importante en poco tiempo.

-Sr. Yussar, si mantiene estas condiciones, le aseguro que ya tiene su nuevo consignatario en todo el territorio ibérico.

-Esselente, Sr. Espinosa, veo que como me habían informado es un hombre que se arriesga poco, pero con perisia. Celebremos pues este encuentro, permítame.

Yussar saca una petaca de su chaqueta y se echa un trago al coleto.

-Beba conmigo Sr. Espinosa, para celebrarlo.

-Lo siento Sr. Yussar, no puedo beber cuando estoy en el trabajo.

-No se haga el beato conmigo, io también fui consignatario, a veses, hay que beber para contentar a los clientes, en mí caso suelo repetirme lo que mi abuelo materno me decía: “Hijo mío, si alguien te ofrese algo después de comprarte tu cosecha, acepta por que puede que le ofendas o que no te vuelva a comprar.” Beba por favor, y selebre el día en que se ha hecho rico.

Braulio coge la petaca y toma un sorbo, no quiere quedar mal, pero tampoco desea beber algo que huele a rayos y que presumiblemente sepa peor.

El coche ha llegado al muelle de Álvarez de la Campa, allí se encuentran unos hangares enormes, antiguos talleres de la compañía pública de ferris.

Justo a la puerta del segundo hangar estacionan el vehículo, el chofer baja para abrir la puerta a un Braulio que empieza a procesar la idea: Se acabaron los horarios intempestivos, también se termino el lidiar con capitanes borrachos o marineros detenidos en cuartelillos, y otras miles de cosas que tienen que hacer los consignatarios. Ahora él iba a ser jefe.

Al salir del coche se siente eufórico, su corazón casi se le sale del pecho de la emoción.

-Otra cosa Sr. Espinosa. Cuánto hace que no habla con Marte?

-Perdón? Ha dicho Marte?

-Si, creo que sabe donde esta ahora.

Braulio nota un dolor opresivo en su torso que irradia al brazo. De pronto se siente caer y se apoya en el chofer. Al levantar la vista puede ver el rostro del hombre. Le conoce de algo... ¡Oh, sí! Es ese doctor que tenía por clave Prometeo, pero que...

Espinosa ha quedado tendido en el suelo, entre “Doc” y yo, por suerte no hay nadie a la vista. Le meto en el coche mientras “Doc”, abre la puerta del hangar. Aparcamos dentro.

Este lugar fue en su día de unas enormes proporciones, ahora con las reformas esta dividido en dos plantas.

En el piso de arriba hay todo el material que guarda “Doc” de los viejos tiempos, entre el que había el disfraz de Yussar.

Uff... por fin me puedo quitar esta calva falsa de látex y esta perilla que raspa que es una alegría. Y también, esta dentadura que me destroza las encías, por no hablar del vestuario.

Bien, ahora ya tenemos a Europa con nosotros, solo nos queda hacer que “colabore”.

6 comentarios:

Irene dijo...

Me parece estar viendo una película mientras leo. Qué chulo :P

maps dijo...

Muy bueno, si señor... en la linea.

Norma dijo...

Ahora soy yo la que dice Glups!!!

dalr dijo...

Jo. Como Asís no se ponga las pilas el misterio misterioso se nos va por los muelles... Más madera!

Blackjoker dijo...

Bueno...no es muy clasico?Aviso para navegantes: En la próxima entrega desvelaré algunos misterios! No muchos,eh?

Irene dijo...

Yo quiero saber si ese Braulio Espinosa es pariente de Don Augusto Von T. de Espinosa.