domingo, 1 de abril de 2007

Quien siembra vientos...

-¿Nerea? Soy Ona.
-Ona, cariño, ¿Cómo estás?
-Mmmmm -dijo, estirándose-, muy bien!!!
-Sí, la verdad es que tienes muy buena voz, jeje. Cuéntame, ¿Qué tal con Picio?
-Me da miedo decirlo muy alto, Nerea, pero muy bien. Tengo miedo de despertarme por la mañana y que Picio haya sido otro sueño, pero, no, sigue aquí, conmigo, y… soy muy feliz, Nerea!!!
-Cómo me alegro. La verdad es que estábamos todos preocupados por ti. Yo también quiero contarte cosas.
-¿Qué pasa? ¿Es Alex, Albert, Urpiano…?
-¿Puedes venir a casa y hablamos más tranquilas…? ahora que somos casi vecinas…
-Sí, claro. Ahora vengo. Hasta ahora.

Era domingo. Picio había salido y el Blue no abría hasta la tarde. El Urpiano no abría los domingos, así que Nerea y ella tendrían un rato para ellas solas. Después de un invierno cálido, la primavera se estaba presentando feota. Ona se puso su chubasquero y una gorra de visera y salió a la calle.
Al pasar por delante del Fossar de les Moreres se detuvo un momento. Siempre le impresionaba la sobriedad de ese espacio. Parecía una placita más, donde sentarse a leer el periódico, donde los niños podían jugar, los abuelos recordar… pero era una tumba. ¿Qué historias esconderían aquellas piedras? Vidas a medio vivir, historias de amor truncadas…



Mariona casi no veía las letras de la tumba de Salvador. Las lágrimas no dejaban de caer, y por mucho que se las secara con la mano, seguían saliendo más. Maldita sea, ¿no se iban a acabar nunca?
Habían pasado seis meses desde la muerte de Salvador, y las cosas no habían mejorado. El señor Bofarull, ojalá se pudriera en el infierno, no había esperado ni una semana en volver a acosarla. Sus amigas la acompañaban a todas partes para que no se quedara sola. Pero al salir del trabajo una tarde, la encargada le había dicho que se esperara, que tenía que hablar con ella. La maldita vieja le había tendido una trampa. La acompañó a su despacho, la hizo pasar, y cerró la puerta con llave. Dentro, por supuesto, estaba aquel cerdo. Aun recordaba el asco que sintió cuando aplastó su boca contra la suya. Los pelos del bigote se le clavaban en la cara. Y aquellas manos que parecían estar en todas partes a la vez. Mariona no gritó. No quedaba nadie en la fábrica. Tampoco le quedaban fuerzas para resistirse. Con un poco de suerte aquel cerdo la mataría y se acabaría el sufrimiento que no la dejaba comer ni dormir. Pero no tuvo tanta suerte. Aquel cerdo la dejó tirada en el suelo, ensangrentada y dolorida. Y mientras se abrochaba los pantalones, la miró con burla en la mirada.
-¿Pensabais que podíais reiros de mi, verdad, tú y tus amantes, puta?
Mariona cerró los ojos. No podía creer lo que estaba oyendo. La encargada vino al cabo de un momento. La ayudó a vestirse a toda prisa y la sacó sin que nadie la viera por la puerta de atrás.
No había vuelto a la fábrica. Al cabo de unos diez días, un amigo de Salvador había venido a verla. Le había explicado que la caja de resistencia había pagado el entierro de Salvador y del resto de obreros que habían muerto el día de la carga. La lucha tenía que continuar. Otros compañeros la habían retomado en Mataró y en Reus, pero él ya no podía más. Había encontrado trabajo en una imprenta de la carretera de Sants. No ganaba mucho, pero suficiente para mantener a una familia. Sabía lo que le había pasado, y quería protegerla. Salvador le había hecho prometer que si le pasaba algo, cuidaría de ella. Sabía que Mariona no le quería, pero eso ahora era lo menos importante. Podía estar embarazada, y él le ofrecía un apellido para su hijo, y un hogar donde sería cuidada y respetada. Mariona no lo dudó. Las miradas de pena de su madre, y las de rabia contenida de su padre eran más de lo que podía soportar. Se casaría con Bernat y así sus padres no tendrían que verla a cada momento y recordar su vergüenza.
El día antes de la boda, Mariona fue a visitar la tumba de Salvador. Bernat la esperó a la entrada del cementerio. Mariona le explicó sus razones, y Salvador lo entendió. O no, qué importaba ya.
-Algún día lo pagarán, Salvador. Él y todos los de su calaña. Quién siembra vientos, recoge tempestades.


Quién siembra vientos, recoge tempestades…
-¿Cómo he llegado hasta aquí?
Ona estaba en la puerta de la casa de Álex. Lo último que recordaba era haberse detenido un momentito en el Fossar de las Moreras. Llamó al timbre, Nerea le abrió y entró en la escalera. La casa era antigua. La cerámica del vestíbulo era muy bonita. Modernista. Ona se acercó a las escaleras, pero la cerámica le resultaba muy familiar. ¿La había visto antes? No podía ser, era la primera vez que venía a ver a Nerea. Entonces, ¿por qué tenía la sensación de que había vivido algo importante aquí?
-¿Ona, subes?
-Sí, Nerea, ya subo.
-Hola, guapísima, pasa. ¿Recuerdas a Álex?
-Sí, claro, ¿qué tal? A ver si te pasas por el Blue. Laura Victoria preguntó por ti el otro día.
-Sí, me lo dijo Nerea. A ver si esta noche me paso. Besos, guapa.
-¿Te vas?
-Sí, os dejo solas. ¡A pasarlo bien! Pero no me critiquéis demasiado…

-Es majo.
-Sí, muy majo –dijo Nerea-. Estoy contenta de haberle conocido. El que me quita el sueño es Al. Nunca sé lo que está pensando en realidad.
-Tal vez se esté haciendo el interesante…
-Bueno, pues lo está consiguiendo. Pero, ¡cuéntame! ¿Qué tal con Picio? Uy, esa sonrisilla… ¿tan bueno es?
-Es lo mejor que me ha pasado en la vida… Es dulce, amable, cariñoso… y lo que es mejor, no presume de nada.
-No es de los que dicen “A que nunca habías visto una cosa así, muñeca!!!”
-jejeje, no, eso tampoco. Pero me refiero a que no parece que se dé cuenta de lo guapo que es. Por la mañana parecía asustado. Me dijo muchas veces que podía quedarme todo el tiempo que quisiera, y cuando vio que al mediodía volvía, estuvo tan contento…
-Contento, ¿eh? ¿Y por eso te pones colorada? Eh, ¿qué paso ayer noche? ¿Cómo que no? Me cuentas tus sueños, tus problemas y ahora que esto se pone interesante, me vas a dejar así!!! Vaya, vaya… no me cuentas nada, pero tus ojos lo dicen todo, niña.
-Si, Nerea, creo que me he enamorado hasta las trancas.


8 comentarios:

Irene dijo...

Esa nube tiene forma de...mmm...ahora no caigo xDDDD
Me gustó lo del fossar de les moreres y lo de la cerámica.
Besos

Norma dijo...

Pues está claro, Irene, es una lechuza!!! jejeje

Gracias ;)

Blueyes dijo...

que bueno!!!!! ainss esto es la historia sin fin juajuajuaa

dalr dijo...

Sí, ya. Y nos tenemos que creer que la conversación entre las dos amigas se va a quedar ahí... Bueno muchachos, parece que os vais a quedar sin detalles, porque Picio no tiene amigos con los que fardar... :D

Anónimo dijo...

Queremos más detalles... grrrr

Norma dijo...

Hmmmm, excusas!!!! pues que vaya a visitar a Urpiano al hospital y le anime con algun relato más o menos adornado, :P

dalr dijo...

No sé yo si el nivel de complicidad de estos dos da para tanto... y menos en un hospital. Urpiano le suelta la lengua a Picio a golpe de buenos vinos y jamoncito, pero en el Hosptital... Como no le pegue un chute de morfina... :D

Irene dijo...

dalr, recuerda que Urpiano le pidió a Nerea un poco de jabugo y un buen vinito. ¿Para qué te crees que lo pedía? ¡Para compartirlo con Picio! jajajajaja :_)