sábado, 2 de junio de 2007

Y Picio... la pició

Este post parte de Violetas para la eternidad y transcurre mientras pasan los siguientes... o no.

La cámara se para en el plano general. La gente se besa mientras aparecen los títulos de crédito y la música va subiendo y... ¡Ein? ¿Por qué se corta la música y desaparecen los créditos? Zoom vertiginoso del plano general a plano corto de una pareja que se besa. Él es rematadamente guapo... Pero... Será tonto... Despega sus labios de los de ella y... parece que quiere hablar... ¡No lo hagas, no lo hagas!

- Pues sí que huele a violetas sí...

¡Ouch! Lo ha hecho.

- Bueno no te preocupes ahora por eso y vamos a lo nuestro... ¿De qué te ríes?
- No... Te vas a reir, je, je... Me estaba acordando de una vez que me besaba con una novia que tuve y olía también a flores pero claro, es que trabajaba en una floristería y estábamos en el almacén rodeados de todo tipo de plantas...
- Bueno... Ya... Bien.
- No, no. Lo bueno no es eso. Lo bueno es que entonces me di cuenta de que se me había clavado un rosal en la espalda porque estábamos desnudos y...
- Picio... A ver cómo te lo digo... Toda esa información me es del todo innecesaria. Me importa un carajo lo que hicieras con tus anteriores novias.
- Ya perdón.
- Pues bésame y calla... Y borra esa sonrisa idiota. ¿Sigues pensando en el puñetero rosal?
- No, no qué va. Pensaba en la cara que puso su hermana cuando nos pilló. Es que yo había salido con ella la semana anterior y claro, no le hizo gracia. Puso una cara así como la tuya ahora. Y también puso una cara similar su prima Maripepi cuando me pilló con...

Doscientas parejas dejaron de besarse en el mismo instante en que la mano totalmente abierta de Ona impactaba en la mejilla de Picio, que no la vio venir. Tampoco vio irse a Ona pese a que sobre el zumbido que resonaba en su oído izquierdo le pareció oir un "vete a la mierda". Cuando se recuperó, ochocientos ojos inquisitivos lo fulminaban con miradas de desprecio. Había vuelto a hacerlo. Sabía perfectamente que si quería mantener aquella relación no debía abrir la boca. Pero menospreció su estupidez. En cuanto volvió a sentirse cómodo, metió la pata de nuevo. Necesitaba hablar con alguien. Preguntarle a alguien más sabio cómo podía arreglar aquella situación. y lo más importante. Cómo evitar que volviera a ocurrir. ¿Y si se cortaba la lengua?

Echó a correr hacia el BB. Quizás Urpiano estuviera allí. Él le aconsejaría. O al menos le acompañaría en su plan B. Ventilarse cuantas botellas de vino cayeran en sus manos. Al girar la esquina reconoció a Urpiano desde la distancia. Aún tenía la bata puesta del hospital y, Dios, ¡se le veía todo! Pero... ¿por qué lo llevaban a cuestas aquellas personas y lo subán a la furgoneta? Con el culo al aire o no, era su última salvación. Así que se subió a un taxi al grito de "siga a esa furgoneta".

El taxista se giró y lo miró de arriba abajo. Luego sonrió y dijo: "Llevo veinte años haciendo el taxi y siempre soñé con que llegara este momento. ¡Abróchate el cinturón!"

Un segundo después el taxi sorteaba coches a toda velocidad sin perder la pista de la furgoneta. Picio no sabía que haría cuando los alcanzara. Tampoco sabía por qué miraba esa otra furgoneta que seguía su mismo camino... De hecho, el tío del corpiño y los ligueros que iba dentro le sonaba... Serían imaginaciones suyas.

Tras un largo recorrido, la furgoneta había parado frente a un caserón. El taxi se detuvo a una distancia prudencial para evitar ser vistos. Entonces Picio recordó por qué se sentía intranquilo. Había salido de casa tan precipitadamente que no había cogido la cartera.

- Verá señor... Acabo de darme cuenta de que no llevo dinero... Yo...
- No te preocupes guapo. Ha sido un placer. Toma mi tarjeta y llámame cuando necesites LO que sea...

Qué señor tan amable, pensó Picio mientras el taxi se alejaba. Daba gusto comprovar que aún quedaba en el mundo gente dispuesta a ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio. Lo llamaría algún día para ir a tomar algo. Pero primero... ¡Rayos! La furgoneta de los travestis había llegado también. Pero ahora los travestis se habían vestido totalmente de negro y se dirigían a urtadillas hacia la casa. ¿Serían también amigos de Urpiano? Los siguió en silencio.

Lo que pasó a continuación no lo entendió del todo. Hubo disparos y mucho follón. Algo demasiado complicado para alguien tan simple como Pitín. Pero como parecía divertido siguió observando. Cuando todo parecía haber acabado se escondió detrás de una puerta. Los travestis de negro hablaban de... ¡borrarle la memoria a la gente! Picio se armó de valor y entró en la sala.


Al y Doc contemplaban todos aquellos cuerpos dormidos, pensando en la cantidad de trabajo que aún tenían que hacer cuando por poco les da un infarto. Un chicarrón guapo como el solo había hecho su aparición en escena.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Señores travestis! ¿Es aquí donde borran la memoria?

6 comentarios:

dalr dijo...

Me falta el epílogo. Lo cuelgo mañana :D

Norma dijo...

Pero este chico es tonto o es tonto!!!!!!

Ahora se va a ir de copas con un taxista admirador del teletubbie lila!!!!

Qué paciencia que tiene que tener Ona!!! :)

dalr dijo...

Jajajajajaja! Es lo que le pasa por juntarse con tontitos. Jajajajaja. Pero vaya. Me parece que son tal para cual. Ya verás el epílogo ;)

Irene dijo...

jajajajajajajaja :_) Juass, cuelga ya ese epílogo que no me lo quiero perder.

Kichiaya dijo...

Ayy pero que chico más agonías, yo si soy Ona ya lo hubiera mandado a tomar viento, besos y felicidades por subsistir en las noches de insomnio, Muá!

dalr dijo...

Irene, ya está el epílogo. Con final más o menos feliz incluido.

Kichiaya, gracias por la visita. Llegas cuando esto ya se acaba. Pero vaya, para próximas ediciones noctámbulas, tomo nota de tu historia con el bimborepartidor. Impresionante :D